A veces los mejores viajes son los que no se planean. Sales de casa con la idea de conocer un lugar, pero regresas con una experiencia que ha transformado tu vida. Eso fue lo que me sucedió en Nuevo México en los paisajes de Georgia O’Keeffe.
Viajé allí con ganas de vagar por la bella ciudad de Santa Fe, pero terminé saboreando tres increíbles lugares que la artista capturó en sus pinturas: Plaza Blanca, Ghost Ranch y el Río Chama.
Mi encuentro con esos impresionantes paisajes fue posible gracias a la generosidad del fotógrafo Lee Manning, quien se ofreció a ser mi guía dos días antes de mi regreso.
Lo conocí en el Museo de Arte de Nuevo México en Santa Fe, donde trabaja como voluntario, Allí me dio una interesante lección sobre las obras del museo, incluyendo un par de pinturas de O’Keeffe. Para mi gran fortuna, conocería esos lugares al día siguiente.
Plaza Blanca muestra su gran belleza
Plaza Blanca (White Place) se encuentra en el valle del Río Chama, a una hora al norte de Santa Fe. Sus rocas de hasta 20 metros de alto de forma obelisca son el resultado de millones de años de erosión.
El lugar es imponente. Las monumentales rocas blancas me hacieron sentir en medio de un paraje sagrado que inmediatamente me animó a la reflexión.
El silencio es absoluto. Manning y yo éramos los únicos visitantes. Pero lejos de intimidar, la quietud y la soledad crean una grata sensación de paz que despierta un sentimiento de gratitud por la naturaleza.
Plaza Blanca se hizo famoso en 1940 con una pintura de O’Keeffe que lleva el título “From the White Place”, un óleo sobre tela que muestra las asombrosas formaciones de piedra caliza de este lugar.
Cuando O’Keeffe encontró Plaza Blanca, cerca de lo que se convertiría en su segundo hogar en el pueblo de Abiquiú, fue natural que lo llamara “The White Place” por el color blanco de las enormes rocas.
Ghost Ranch y sus vistas espectaculares
Unos 25 kilómetros al noroeste de Plaza Blanca se encuentra Ghost Ranch, otro lugar con hermosos paisajes en el que O’Keeffe tuvo su primer hogar. Abarca una extensión de 85 km2.
Las formaciones rocosas de Ghost Ranch también tienen millones de años de historia geológica. A diferencia de Plaza Blanca, su extraordinaria belleza natural comprende cañones de rocas en capas de colores y acantilados, desierto abierto, extensos prados y arroyos.
En 1940 O’Keeffe compró una casa en ocho acres en Ghost Ranch. Las vistas son espectaculares y pueden verse en muchas de sus pinturas, como el Cerro Pedernal, una meseta que se puede ver a la distancia y los acantilados estratificados de hasta 213 metros de altura. En el suelo del desierto, la artista descubrió muchos huesos blanqueados de la vida silvestre que también se convirtieron en parte de sus pinturas.
En la actualidad, en Ghost Ranch se encuentran las instalaciones de un retiro y centro educativo que ofrece conferencias y visitas guiadas, entre ellas varios recorridos para conocer de cerca los paisajes que O’Keeffe plasmó en sus pinturas.
La casa de O’Keeffe en Ghost Ranch no está abierta al público. Pero su casa-estudio en Abiquiú, adquirida por la artista en 1945, puede visitarse de marzo a noviembre con cita previa a través del Museo Georgia O’Keeffe en Santa Fe.
Las serpenteantes aguas azules del Río Chama
Una de las pinturas de O’Keeffe que vi en exhibición en el Museo de Arte de Nuevo México es “Blue River” (Chama River) de 1937.
El Río Chama es un importante afluente del Río Bravo y atraviesa los estados de Colorado y Nuevo México, incluyendo el pueblo de Abiquiú. El río tiene unos 217 kilómetros de largo en total y se origina en el centro-sur de Colorado, justo por encima de la frontera de Nuevo México.
Manning estacionó su auto a la orilla de la carretera para que pudiéramos contemplar el río desde un ángulo similar al que usó O’Keefe en sus pinturas. La vista era maravillosa. Fue dificil dejar de tomar fotografías y continuar nuestro recorrido.
O’Keeffe revela muchos grandes secretos
O’Keeffe llegó por primera vez a Nuevo México en 1929. Igual que yo, rápidamente quedó cautivada por la luz y las formas del desierto.
Pintó flores, cráneos de animales y los colores vibrantes de los paisajes del desierto. Estos se quedaron pintados en mi piel; la artista me desafió a ver las cosas de una manera completamente diferente.
Durante este corto pero fantástico viaje tuve una importante revelación: Continuaré viajando y escribiendo sobre el asombroso mundo en que vivimos.
Manning, a quien ahora tengo el privilegio de contar entre los amigos con los que comparto mi pasión por los viajes, me ayudó a ver Nuevo México con los ojos de O’Keeffe.
Ahora tengo el pretexto perfecto para regresar a Nuevo México y conocer más a fondo la hermosa ciudad de Santa Fe. ¡Me muero por verla con mis nuevos ojos!